En el momento justo, cuando aún éramos impotentes, Cristo murió por los impíos. Es muy raro que alguien muera por una persona justa, aunque por una persona buena es posible que alguien se atreva a morir. Pero Dios demuestra así su amor por nosotros: Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Puesto que ahora hemos sido justificados por su sangre, ¡cuánto más seremos salvados de la ira de Dios por medio de él! Porque si, siendo enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, ¡cuánto más, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida! No sólo es así, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.