Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos accedido por la fe a esta gracia en la que ahora estamos. Y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. No sólo eso, sino que también nos gloriamos en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, carácter; y el carácter, esperanza. Y la esperanza no nos avergüenza, porque el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado.