Está revestida de fuerza y dignidad; puede reírse de los días venideros. Habla con sabiduría, y la instrucción fiel está en su lengua. Vela por los asuntos de su casa y no come el pan de la ociosidad. Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada; su marido también, y la alaba: «Muchas mujeres hacen cosas nobles, pero tú las superas a todas». El encanto es engañoso, y la belleza fugaz; pero una mujer que teme al Señor es digna de alabanza. Honradla por todo lo que han hecho sus manos, y que sus obras la alaben a la puerta de la ciudad.