En aquel tiempo, el reino de los cielos será como diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellos eran necios y cinco sabios. Los insensatos tomaron sus lámparas, pero no se llevaron aceite. Los sabios, sin embargo, llevaban aceite en vasijas junto con sus lámparas. El novio tardó en llegar, y todas se adormilaron y se durmieron. A medianoche sonó el grito: «¡Aquí está el novio! Salid a su encuentro». Todas las vírgenes se despertaron y encendieron sus lámparas. Los insensatos dijeron a los sabios: «Dadnos un poco de vuestro aceite; nuestras lámparas se apagan». No», les respondieron, «puede que no haya suficiente para nosotros y para vosotros. Id a los que venden aceite y comprad un poco para vosotros. Mientras iban a comprar aceite, llegó el novio. Las vírgenes que estaban preparadas entraron con él al banquete nupcial. Y la puerta se cerró. Más tarde llegaron también los demás. Señor, Señor -le dijeron-, ábrenos la puerta». Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’.
Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.