O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarlo? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: ‘Alegraos conmigo; he encontrado mi moneda perdida’. De la misma manera os digo que los ángeles de Dios se regocijan por un pecador que se arrepiente.