Al observar cómo los invitados elegían los puestos de honor en la mesa, les contó esta parábola: «Cuando alguien os invite a un banquete de bodas, no ocupéis el lugar de honor, porque puede haber sido invitada una persona más distinguida que vosotros. Si es así, vendrá el anfitrión que os invitó a los dos y os dirá: ‘Cededle el sitio a esta persona’. Entonces, humillado, tendrás que ocupar el lugar menos importante. Pero cuando te inviten, ocupa el lugar más bajo, para que cuando venga tu anfitrión te diga: ‘Amigo, pasa a un lugar mejor’. Entonces serás honrado en presencia de todos los demás invitados. Porque todos los que se enaltecen serán humillados, y los que se humillan serán enaltecidos.»
Entonces Jesús dijo a su anfitrión: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; si lo haces, puede que te vuelvan a invitar y así te lo pagarán. Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás bendecido. Aunque no te lo puedan pagar, te lo pagarán en la resurrección de los justos.