Pero quería justificarse, así que le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
En respuesta Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cuando fue atacado por ladrones. Lo despojaron de su ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Un sacerdote estaba yendo por el mismo camino, y cuando vio al hombre, pasó por el otro lado. También un levita, cuando vino al lugar y lo vio, pasó por el otro lado. Pero un samaritano, que iba de camino, llegó adonde estaba aquel hombre; y al verlo, se compadeció de él. Se acercó a él y le vendó las heridas, echándole aceite y vino. Luego montó al hombre en su propio asno, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero. ‘Cuida de él’, dijo, ‘y cuando vuelva, te reembolsaré cualquier gasto extra que puedas tener’.
«¿Cuál de estos tres crees que era vecino del hombre que cayó en manos de los ladrones?».
El experto en la ley respondió: «El que tuvo piedad de él». Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.