Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño del que el Espíritu Santo os ha hecho supervisores. Sed pastores de la Iglesia de Dios, que él compró con su propia sangre. Sé que cuando me vaya, entrarán lobos salvajes entre vosotros y no perdonarán al rebaño. Incluso de entre vosotros se levantarán hombres que tergiversarán la verdad para arrastrar tras de sí a los discípulos. Así que, ¡cuidado!