El marcado contraste entre el modo de ser del hombre y la naturaleza de Dios se pone de relieve en esta recitación en dos idiomas.
Las dos lenguas del recitado deben tener un sonido claramente distinto, para reforzar el contraste. Tras el primer monólogo, los recitadores se superponen unos a otros mientras pronuncian sus porciones de las Escrituras. La sensación debe ser como la de salir de un pozo, empezar desde abajo y llegar a lo más alto. Incluye Romanos 3:10-17 y Salmo 18:30-33.