Alégrate siempre en el Señor. Lo diré de nuevo: ¡Alégrense! Que tu dulzura sea evidente para todos. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda situación, mediante la oración y la súplica, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Por último, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo que es noble, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es amable, todo lo que es admirable -si hay algo excelente o digno de alabanza-, pensad en ello. Todo lo que hayas aprendido, recibido u oído de mí, o visto en mí, ponlo en práctica. Y el Dios de la paz estará contigo.