Después de esto miré, y he aquí una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos de ropas blancas, con palmas en las manos, y clamando a gran voz: «¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!»