No os limitéis a escuchar la palabra, engañándoos así a vosotros mismos. Haz lo que dice. Quien escucha la palabra pero no hace lo que dice es como quien se mira la cara en un espejo y, después de mirarse, se aleja y olvida inmediatamente su aspecto. Pero quienquiera que mire atentamente la ley perfecta que da libertad, y continúe en ella -no olvidando lo que ha oído, sino poniéndolo en práctica-, será bendecido en lo que haga.
Los que se consideran religiosos pero no controlan su lengua se engañan a sí mismos y su religión no vale nada. La religión que Dios, nuestro Padre, acepta como pura e intachable es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su desamparo y guardarse de contaminarse con el mundo.