Bienaventurado aquel cuyas transgresiones son perdonadas, cuyo pecado es cubierto. Bienaventurado el hombre contra quien Yahveh no cuenta iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Porque cuando callaba, mis huesos se consumían por mis gemidos durante todo el día. Porque día y noche pesó sobre mí tu mano; se secaron mis fuerzas como por el calor del verano. Te reconocí mi pecado, y no encubrí mi iniquidad; dije: «Confesaré mis transgresiones a Yahveh», y tú perdonaste la iniquidad de mi pecado. Por lo tanto, que todo el que sea piadoso te ofrezca oración en el momento en que puedas ser encontrado; ciertamente, en el torrente de las grandes aguas, no lo alcanzarán. Tú eres para mí un escondrijo; me preservas de la angustia; me rodeas con gritos de liberación.