Del mismo modo, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos por qué debemos orar, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros a través de gemidos sin palabras. Y el que escruta nuestros corazones conoce la mente del Espíritu, porque el Espíritu intercede por el pueblo de Dios de acuerdo con la voluntad de Dios. Y sabemos que, en todas las cosas, Dios obra para el bien de los que le aman, de los que han sido llamados según su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó.