Por tanto, ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, porque por medio de Cristo Jesús la ley del Espíritu que da vida os ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que la ley no podía hacer porque estaba debilitada por la carne, Dios lo hizo enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado para que fuera una ofrenda por el pecado. Y así condenó el pecado en la carne, para que la justa exigencia de la ley se cumpliera plenamente en nosotros, que no vivimos según la carne, sino según el Espíritu. Los que viven según la carne tienen la mente puesta en lo que la carne desea; pero los que viven según el Espíritu tienen la mente puesta en lo que el Espíritu desea. La mente gobernada por la carne es muerte, pero la mente gobernada por el Espíritu es vida y paz. La mente gobernada por la carne es hostil a Dios; no se somete a la ley de Dios, ni puede hacerlo. Los que están en el reino de la carne no pueden agradar a Dios.