Ahora bien, tú, si te llamas judío; si te apoyas en la ley y te jactas en Dios; si conoces su voluntad y apruebas lo que es superior porque te instruye la ley; si estás convencido de que eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de necios, maestro de niños pequeños, porque tienes en la ley la encarnación del conocimiento y de la verdad- tú, pues, que enseñas a los demás, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas contra el robo, ¿robas? Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿acaso cometes adulterio? Tú que aborreces los ídolos, ¿robas los templos? Vosotros que os jactáis de la ley, ¿deshonráis a Dios quebrantando la ley? Como está escrito: «El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por tu culpa». No es judío quien lo es sólo exteriormente, ni la circuncisión es meramente exterior y física. No, una persona es judía si lo es interiormente; y la circuncisión es la circuncisión del corazón, por el Espíritu, no por el código escrito. La alabanza de una persona así no procede de otras personas, sino de Dios.