Por lo tanto, no tienes excusa, tú que juzgas a otro, porque en el momento en que juzgas a otro, te estás condenando a ti mismo, porque tú que juzgas haces las mismas cosas. Ahora sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen tales cosas se basa en la verdad. Así que cuando tú, un simple ser humano, los juzgas y sin embargo haces las mismas cosas, ¿crees que escaparás al juicio de Dios? ¿O desprecias las riquezas de su bondad, de su tolerancia y de su paciencia, sin darte cuenta de que la bondad de Dios tiene por objeto conducirte al arrepentimiento? Pero debido a tu terquedad y a tu corazón impenitente, estás acumulando ira contra ti mismo para el día de la ira de Dios, cuando se revele su justo juicio. Dios «pagará a cada uno según lo que haya hecho». A los que, perseverando en hacer el bien, busquen la gloria, el honor y la inmortalidad, les dará la vida eterna. Pero para aquellos que son egoístas y que rechazan la verdad y siguen el mal, habrá ira y enojo. Habrá aflicción y angustia para todo ser humano que haga el mal: primero para el judío, luego para el gentil; pero gloria, honor y paz para todo el que haga el bien: primero para el judío, luego para el gentil. Porque Dios no muestra favoritismos.