Una persona considera que un día es más sagrado que otro; otra, que todos los días son iguales. Cada uno de ellos debe estar plenamente convencido en su propia mente. Quien considera un día como especial, lo hace para el Señor. Quien come carne, lo hace al Señor, pues da gracias a Dios; y quien se abstiene, lo hace al Señor y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive sólo para sí mismo, y ninguno de nosotros muere sólo para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Así pues, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos al Señor. Por esta misma razón, Cristo murió y volvió a la vida para ser el Señor tanto de los muertos como de los vivos.