Estoy convencido, plenamente persuadido en el Señor Jesús, de que nada es impuro en sí mismo. Pero si alguien considera que algo es impuro, entonces para esa persona es impuro. Si tu hermano o hermana se angustia por lo que comes, ya no actúas con amor. No destruyas con tu comida a alguien por quien Cristo murió. Por tanto, no permitas que se diga que lo que sabes que es bueno es malo. Porque el reino de Dios no es cuestión de comer y beber, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, porque quien sirve a Cristo de este modo es agradable a Dios y recibe la aprobación humana. Esforcémonos, pues, por hacer lo que conduce a la paz y a la mutua edificación.