Estoy obligado tanto con los griegos como con los no griegos, tanto con los sabios como con los necios. Por eso tengo tantas ganas de predicaros el Evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios que trae salvación a todo el que cree: primero al judío, luego al gentil. Porque en el Evangelio se revela la justicia de Dios, una justicia que es por la fe desde el primero hasta el último, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe».