Pero vosotros, queridos amigos, edificándoos en vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios mientras esperáis que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os lleve a la vida eterna. Sé misericordioso con los que dudan; a otros sálvalos arrebatándolos del fuego; a otros muéstrales misericordia, mezclada con temor, odiando incluso la ropa manchada por la carne corrompida. Al que es poderoso para guardaros sin tropiezo y presentaros ante su gloriosa presencia sin mancha y con gran alegría: al único Dios, nuestro Salvador, sea la gloria, la majestad, el poder y la autoridad, por Jesucristo, Señor nuestro, antes de todos los siglos, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.