«Mujer -le contestó Jesús-, créeme, se acerca un tiempo en que no adoraréis al Padre ni en este monte ni en Jerusalén. Vosotros los samaritanos adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero vendrá un tiempo, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque ellos son la clase de adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y sus adoradores deben adorar en el Espíritu y en verdad.»