Por tanto, puesto que tenemos un gran sumo sacerdote que ha subido a los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos firmes en la fe que profesamos. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo, igual que nosotros, y sin embargo no pecó. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia de Dios, para que recibamos misericordia y encontremos gracia que nos ayude en nuestros momentos de necesidad.