No has venido a un monte que se pueda tocar y que arda en llamas; a tinieblas, tinieblas y tempestad; a un toque de trompeta o a tal voz que pronuncie palabras que los que la oyeron rueguen que no se les hable más,
Pero vosotros habéis llegado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial. Has venido a miles y miles de ángeles en alegre asamblea, a la iglesia de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Habéis acudido a Dios, Juez de todos, a los espíritus de los justos perfeccionados, a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre rociada que dice mejor palabra que la sangre de Abel.