Por lo tanto, hermanos y hermanas, ya que tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo abierto para nosotros a través de la cortina, es decir, su cuerpo, y como tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con la plena certeza que da la fe, purificados los corazones de remordimientos de conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos inquebrantablemente la esperanza que profesamos, porque fiel es el que lo prometió. Y pensemos cómo podemos estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, sin dejar de reuniros, como algunos tienen por costumbre, sino animándoos unos a otros, y tanto más cuanto veis que se acerca el Día.