Por eso digo: andad por el Espíritu, y no satisfaréis los deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Están en conflicto entre sí, para que no hagas lo que te dé la gana. Pero si eres guiado por el Espíritu, no estás bajo la ley.
Los actos de la carne son obvios: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, ataques de ira, ambición egoísta, disensiones, facciones y envidia; borracheras, orgías y cosas por el estilo. Os advierto, como ya hice antes, que los que viven así no heredarán el reino de Dios.
Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí. Contra esas cosas no hay ley. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Puesto que vivimos por el Espíritu, mantengámonos al paso del Espíritu.