No he dejado de dar gracias por ti, de recordarte en mis oraciones. Sigo pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, os dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que le conozcáis mejor. Te ruego que se iluminen los ojos de tu corazón para que conozcas la esperanza a la que te ha llamado, las riquezas de su gloriosa herencia en su pueblo santo, y su poder incomparablemente grande en favor de los que creemos.