Así que a partir de ahora no miraremos a nadie desde un punto de vista mundano. Aunque antes considerábamos a Cristo de esta manera, ya no lo hacemos. Por lo tanto, si alguien está en Cristo, la nueva creación ha llegado: Lo viejo se ha ido, lo nuevo está aquí. Todo esto viene de Dios, que nos reconcilió consigo mismo por Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación: que Dios reconciliaba consigo al mundo en Cristo, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres. Y nos ha encomendado el mensaje de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios hiciera su llamamiento a través de nosotros. Te lo imploramos en nombre de Cristo: Reconcíliate con Dios. Al que no tenía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que en él llegáramos a ser justicia de Dios.