Por eso, para que no me envaneciera, me clavaron una espina en la carne, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. Tres veces supliqué al Señor que me lo quitara, pero me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por eso me gloriaré con mayor razón de mis debilidades, para que el poder de Cristo descanse sobre mí. Por eso, por Cristo, me deleito en las debilidades, en los insultos, en las penurias, en las persecuciones, en las dificultades. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.