Pero tú, hombre de Dios, huye de todo esto y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe. Aférrate a la vida eterna a la que fuiste llamado cuando hiciste tu buena confesión en presencia de muchos testigos. Ante Dios, que da vida a todo, y ante Cristo Jesús, que testificando ante Poncio Pilato hizo la buena confesión, os encargo que guardéis este mandamiento sin mancha ni culpa hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, que Dios realizará a su debido tiempo: Dios, el bendito y único Gobernante, el Rey de reyes y Señor de señores, que es el único inmortal y que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver. A él sea el honor y el poder por siempre. Amén.