Así es, hay muchas partes, pero un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: “¡No te necesito!”. Y la cabeza no puede decir a los pies: “¡No te necesito!”. Por el contrario, las partes del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y las partes que nos parecen menos honorables las tratamos con especial honor. Y las partes que son impresentables se tratan con especial pudor, mientras que nuestras partes presentables no necesitan ningún tratamiento especial. Pero Dios ha unido el cuerpo, dando mayor honor a las partes que carecían de él, para que no haya división en el cuerpo, sino que sus partes se preocupen por igual las unas de las otras. Si una parte sufre, todas sufren con ella; si una parte es honrada, todas se alegran con ella. Ahora sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros forma parte de él.